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23 de junio de 2013

Village en fête

Este fin de semana han sido las fiestas de la village que me acoge a 20 km de París. Este dato debería pasar totalmente desapercibido en este blog pero finalmente, una vez vivida la experiencia, creo que es una particularidad que debería ser contada.

La tradición manda que el día de la fiesta cuando anochece se vaya a la plaza principal donde a uno lo dotan de una vela, una lámpara de papel y una especie de caña de pescar para colgar la lámpara. Una vez que los vecinos han montado el dispositivo de fiestas (estirar el papel, meter la vela, encender la vela sin quemar el papel, colgar la lámpara sin doblar el papel ni dejar caer la vela... ¡todo un logro!) una banda compuesta por siete mujeres disfrazadas comienza una marcha por las calles del pueblo. Detrás de ellas los vecinos van cantando las canciones que ellas tocan mientras portan el dispositivo de fiestas a modo de iluminación por lo que, vistos en perspectiva lo que parecemos es una marcha de luciérnagas cantarinas. 

Una vez recorridas todas las calles del pueblo se vuelve al punto de encuentro donde se terminará la fiesta a base de fuegos artificiales amenizados con música de ambiente. Lo más curioso de esta actividad ya de por si un tanto bizarre es que las personas mayores (y todos aquellos que por distintos motivos decidieron quedarse en sus casas) salen a las ventanas y a las puertas a saludar y a aplaudir a los miembros de la procesión luminosa.

Lamparillas de papel por las calles de la village
   Por mucho que pregunté nadie supo explicarme muy bien a qué viene esta tradición.



El día posterior a la fiesta se realiza en el pueblo una brocante, es decir, un mercadillo donde cada vecino saca a la puerta las cosas que ya no quiere para deshacerse de ellas por un par de euros. Además se unen a la fiesta los mercaderes habituales, por lo que el contraste entre los distintos puestos es bastante chocante.

Foto: http://www.paysdesaintgalmier.fr

Además de ser una medida de lo más ecológica ( cumple a la perfección regla de las tres R : reducir, reutilizar y reciclar) me parece un método  práctico y económico de adquirir y deshacerse de cosas a bajo precio. Una de las secciones más reclamadas era la infantil: carritos de bebés, cunas, ropa de recién nacidos... son cosas que se usan durante muy poco tiempo y realmente son bastante caras).

Pero lo mejor de este mercadillo estaba por llegar: resulta que los vendedores profesionales que vienen a este tipo de celebraciones muchas veces acaban comprando más de lo que venden. Llegan a primera hora y se hacen con lo mejor de cada vecino para después venderlo en sus tiendas de antigüedades o de segunda mano. Realmente les compensa bastante el cambio porque a menudo se hacen con mercancía para toda la temporada. La gracia está en que, cuando toca recoger y al vendedor profesional se le ha descompensado la balanza entre "venta y compra"  lo que hace es regalar las cosas que no puede volver a cargar. Lo mismo ocurre con gran cantidad de vecinos, que , no queriendo ya lo que estaba a la venta, lo dejan en la calle para que el que quiera se lo lleve y no acumular más trastos en casa.

Cuadro dejado en la calle después de la brocante. Visto desde mi ventana.

Cajas repletas de libros. Otra vista desde mi ventana.

Sin tener yo ni idea de que el sistema funcionaba así, me acerqué al mercado a última hora porque antes había estado lloviendo bastante. El resultado es alucinante: me regalaron un abrigo negro, una camisa, una bandeja de cristal y, bueno, yo realmente no tengo muchas cosas porque mis pertenencias en este país se tienen que reducir a una maleta de mano y una facturada Ryanair, pero no sabéis la pena que me quedó de dejar una mesa de comedor de madera maciza a la lluvia! ( no entiendo porqué seguía allí). Pero en mi casa entraron también varios jarrones cerámicos, una cazadora, un mueble y varios cuadros sin valor artístico pero si muy decorativos. 

Bandeja de cristal decorada.

Yo que ya volvía ojiplátida para casa cargando con más cosas de las que debería, me topo de frente con una empleada de la panadería que me para y me dice que si quiero pan, que lo está regalando y va y me saca de una tremenda caja de frutas dos bolsas llenas de bollitos de pan.  Me había quedado algo disgustada porque en el puesto de crêpes ya no tenían gas y no podían hacer más pero, gracias a la panadera, unas buenas tostadas de pan con nutella me quitaron el antojo!

Pan gratis para toda la semana.

Actualización: he vuelto a salir de casa y me acabo de hacer con una colección de libros en francés: Jules Verne, Umberto Ecco, una enciclopedia de cine del año 1922...


Estante de la librería con las nuevas adquisiciones.



10 de junio de 2013

El Palais de Tokyo. Brilli-Brilli que es lo que vende.

El método de financiación de los centros expositivos se ve sumergido en un continuo debate ya que un correcto mantenimiento y exhibición de las obras de arte requiere una gran inversión por parte de los gobiernos, quienes se afanan en reducir lo máximo posible los presupuestos en cultura. Si bien este problema estaba ya patente en las vacas gordas, dichos debates se han visto incrementados a causa de la crisis estafa que vivimos en la actualidad.

Es bien sabido por todos que cada vez el aspecto comercial cobra una mayor importancia en las salas de museos más importantes del mundo. No hace falta más que pasarse por cualquiera de estos centros para comprobar lo cuidadosamente programada que está la zona de salida para que tengamos que toparnos con alguna tienda de souvenirs – si es que no nos las vamos encontrando entre sala y sala-. Uno de los casos más descarados a este respecto lo representa el Museo del Louvre, al cual se puede acceder directamente desde un centro comercial, el Carrousel du Louvre, donde la cola de espera se ameniza entre Starbucks y Apple Store.

Imagen de la zona de acceso al Museo del Louvre desde el Carrousel con tienda de Apple a la izquierda. Foto:  carrouseldulouvre.com

 En la actualidad existe además lo que yo considero un problema de definiciones y separación entre los aspectos culturales de la vida y los de ocio, entretenimiento y espectáculo, que no tienen porqué conllevar una actividad cultural. Un totum revolutum que no nos permite diferenciar – siempre hablando en términos de sociedad- lo que puede ser, por ejemplo, una obra del séptimo arte de un producto visual realizado para pasar el rato sin ningún mérito artístico. Para centrarnos algo más en los aspectos que nos conciernen, valdría la comparativa entre  una exposición artística y una muestra realizada con fines comerciales sin apenas valor cultural - pero que se vende como tal-. Parece que en este momento la diferenciación en este segundo caso es tan simple como – si está expuesto en un museo es arte, si está en un centro comercial es para comprar-. Pero, ¿qué pasa cuando los límites entre uno y otro se encuentran difuminados?

Parece que en esta tendencia de límite dudoso entre exposición y escaparate es el Palais de Tokyo quien se presenta como el mayor exponente de esta tipología en París.

El Palacio de Tokyo es un centro expositivo de gran importancia en Francia. El hecho de que no sea muy conocido entre el turista fugaz se debe sin duda alguna al aura de antigüedad que desprende la ciudad y que hace que prevalezcan en la visita museos con más carga histórica que este centro tan actual. Además de albergar en una de sus alas el Museé d'art moderne de Paris, cuenta también con un gran restaurante y un centro de creación contemporánea.

El hecho concreto que me llevó a esta reflexión se produjo la pasada semana, cuando durante 48 horas coincidieron en el Palais dos muestras gratuitas en un recinto en el que, por norma general, la entrada cuesta unos 10 euros. Una de las exposiciones llegaba a su punto y final tras un mes en escena; se trataba de Nº5 Culture Chanel. Un título claro, conciso y sin lugar a equivocación. Por otro lado se realizó una exclusiva muestra durante un par de días con el título Reflections basada en el mundo de la joyería.

Piezas de la muestra Reflections del Palais de Tokyo.


Cualquiera de las dos exposiciones podría llegar a resultar de un gran interés cultural si no hubieran compartido espacio y tiempo. Es ese el factor principal que hizo que me sintiera como si estuviera paseando entre las vitrinas de las Galleries Laffayette más que por un centro de arte contemporáneo.
Puede que también influyera cómo se presentaba al público la muestra, tan encaminada a la venta que dejaba a un lado al visitante solamente interesado en contemplar las piezas por su valor “artístico”, llegando a provocar una sensación de “fuera de lugar” en aquellas personas no interesadas en la compra de joyería.

Expositor con piezas de joyería en el Palais de Tokyo .

No digo que este tipo de muestras no sean interesantes ni mucho menos; de hecho reflejan una parte de la sociedad parisina con la que hasta este momento no había tenido el placer de coincidir. Quizás la distribución no fuera la más apropiada para no hacernos sentir dentro de una de las incontables joyerías de la ciudad - cuya única diferencia eran los señores de negro de la entrada que se encargaban de contar el número de visitantes-.
Fragmento del catálogo de la muestra Reflections con las piezas y su precio (mediante código de colores) de entre 250 y 55000 euros.

Existen en París otras instalaciones más apropiadas para este tipo de eventos, por lo que cabe preguntar ¿hasta qué punto interesa y compensa unir el nombre de una institución de renombrado prestigio en el mundo del arte contemporáneo francés a este tipo de muestras? ¿a quién beneficia más? ¿se producirá un incremento de las ventas al ligar las joyas al Palais de Tokyo?


Audrey Tautou y Vanessa Paradis en la inauguración de la  exposición sobre Chanel.

Como anécdota indicar que en mis 40 inútiles minutos de esperar para conocer los entresijos chanelianos tuve el placer de coincidir con la versión francesa de Carrie Bradshaw y una de sus amigas. El parecido físico entre ambas Carries era considerable, con melena rubia leonina incluida y look cool para la expo (me pregunto si el parecido seria buscado); pero sin duda lo que más me llamó la atención fue la similitud de la vida sentimental de ambas – que la Carrie francesa contaba pormenorizadamente y sin un mínimo de discreción a su amiga-. Me pregunto si este parecido no sería también buscado..