Uno de los principales motivos de que
París sea una de las ciudades más idealizadas del mundo es,
sin duda alguna, la imagen que de ella nos ha dado el séptimo arte.
No sé si tendrá alguna relación el
hecho de que los hermanos Lumière fueran de aquí al lado, pero
desde el comienzo de la historia del cine París es una ciudad que
gusta a la cámara y que se gusta a sí misma al ver reflejados en la
pantalla sus puentes, sus calles, sus monumentos... por eso cuando
descubrí la existencia de esta exposición “París visto por
Hollywood” no me sorprenció lo más mínimo ya que se trata de una
de las temáticas más simples y a la vez más acertadas para
realizar una exposición en la ciudad (pero a alguien se le tiene que
ocurrir la idea). Obviamente una muestra de estas características
tiene mucho de propaganda turístico-cultural así que, ¿quién
mejor que el propio Hôtel de Ville ( ayuntamiento) para realizarla?
La entrada era gratuita y la temática
parecía ser el sueño de todo comisario: una exposición que
ensalzaría el valor patrimonial de la ciudad ante sus habitantes y
que enamoraría a los turistas reflejando ese carácter romántico de
París que uno no siempre se encuentra al salir a la calle. Además,
con un título tan amplio y un poco de vista, la exposición podría
abarcar todos los géneros y en consecuencia atraer a un público de
todas condiciones y edades. Lo dicho, el sueño de cualquier
comisario; eso que cuando estudias tus profesores te dicen que nunca
lograrás hacer.
¿Qué fue lo que pasó entonces?
Quizás es que el título era demasiado amplio. Quizás es que una
tenía demasiadas expectativas en cuanto a lo que debería ser
mostrado o simplemente el hecho de pasarme jornadas enteras en el
Louvre y conocer el Museo del Cinema de Turín hizo que esta
exposición me supiera a poco, a muy poco.
Que se rodaran mas de 800
películas con París como telón de fondo hace imprescindible la
selección por lo que la exposición se dividió en cuatro temáticas
:
La historia del París mudo
El París sofisticado de la comedia
romántica.
El apogeo de las películas del Cancán.
¡Acción! Hollywood rodó en París
desde 1960.
En este aspecto no tengo nada que
reprocharles a los responsables de la exposición ( Anne-Sylvie
Schneider, Isabelle Cohen y Antoine de Baecque): ellos son los
entendidos sobre el tema y ante semejante avalancha de películas es
evidente que hay que seleccionar los momentos más representativos.
Sin embargo, una llega a la cola para
entrar en el edificio (exposición gratuita y últimos días no son
una buena combinación) y, tras 45 minutos esperando ante las puertas
de un colosal palacio, me encuentro con que la zona de exposiciones
se limita a una sección que más bien parece un entresuelo.
La visita comienza justo al terminar de
subir unas escaleras, en lo que sería un pasillo. Ahí,
apretujándose con el resto de la gente y con las pantallas demasiado
cerca como para poder apreciar bien las escenas y la letra de las
explicaciones demasiado pequeña, comienzan a contarnos la historia
del cine en París. Como en realidad no se trata más que de un
pasillo un poco ancho, la visualización del contenido resulta
imposible: la información se encuentra a ambos lados y para poder
apreciarla es necesario estar pegado a la pared contraria lo que,
obviamente, perjudica la visión de los demás visitantes. Cuando por
fin se acaba ese pasillo (más rápido de lo que debería sólo por
las ganas de salir de allí) hay que bajar un par de escaleras desde
las que ya se aprecia todo el contenido de la sala en la que se
encuentra el meollo de la muestra. Sin duda antes de llegar al último
escalón una sensación de ¿esto es todo? se apodera del visitante
(al menos de mi). “Si lo llego a saber no hago la cola” es lo
siguiente que se me pasó por la cabeza.
A falta de un lugar amplio en el que
mostrar restos de guiones, vestuario y escenas de películas, unos
muebles distribuyen el espacio de forma laberíntica de modo que,
tras entrar en uno de los rectángulos en los que estaba dividida la
sala (si, más pasillos) tenemos que contemplar los objetos que se
muestran a izquierda y derecha mientras que la pantalla en la pared
del fondo (no más de 6 metros) reproduce una escena supuestamente
representativa de lo que nos están mostrando.
Los muebles están demasiado bajos por
lo que la gente se agacha para contemplar las cosas, impidiendo el
tránsito hacia el final del rectángulo.Pero en realidad eso dará igual
porque allí habrá personas contemplando la pequeña pantalla puesta
a la altura de los ojos del que llegue de primero, y de la nuca del
primero para los que lleguemos detrás (¿de verdad no la podían
poner más alta?). Los letreros estaban desgastados o habían
desaparecido (aquí un aplauso al que se encargó de musealizar por
favor, aunque en realidad ya llevaría varios) y los vestidos que
lucía Audrey Hepburn en sus películas, si bien eran uno de los
ganchos principales de la muestra, se encontraban estrangulados entre
cubículos, pasillos y pantallas, siendo imposible una visualización
óptima de absolutamente nada de lo que conformaba la exposición.
Parte central de la muestra |
Al salir de la sala las conclusiones
están muy claras: el material era poco y el lugar no era el apropiado. La temática daba para mucho más y la verdad, no me
queda claro si lo que limitó el desarrollo de esta exposición fue
las características del recinto o si el recinto se condicionó de
ese modo para disimular las carencias de la muestra.
Creo que una temática como esta habría
dado muchísimo más juego de habérselo propuesto quien sea que
mandaba y, como mínimo un buen ciclo de cine “París vu par
Hollywood” debería haber llenado las tardes de los martes/jueves
de los meses que duró la exposición. No estoy al 100% segura de que
ese ciclo no haya existido porque como ya he dicho, la pillé en sus
últimos días. Sin embargo, hojeando un poco los folletos y buscando
en internet no encontré nada que me inclinase a pensar que
realmente se habían proyectado las películas en las que se basaba
la muestra.
Para mi “París vu par Hollywood”
no fue más que un preámbulo de lo que algún día será una gran
retrospectiva sobre el tema en la que, tras hacer esta crítica, no
creo que Antoine de Baecque me deje trabajar.
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