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19 de mayo de 2013

No hay dos sin tres. Las mil y una noches: la exposición.

Parece que, tras varios intentos hoy sí  que vamos a poder acceder a la exposición. Creedme, la espera mereció la pena, porque lo que hay dentro es digno de unas cuantas entradas más de blog (que no haré, lo prometo, en la próxima cambio de tema).

El primer detalle que me llamó la atención fue la amabilidad de todos los empleados del edificio. Y es destacable precisamente porque nos encontramos en París, donde este tipo de conductas suelen brillar por su ausencia. Como anécdota os indicaré que ya en taquilla recibí un trato personal que jamás podría haber recibido en otro museos; y es que, simplemente por le hecho de acudir en el día mi cumpleaños me regalaron la entrada. Todos los responsables de salvaguardar las salas eran extremadamente amables y dentro de sus posibilidades los vi predispuestos a ayudar al visitante por iniciativa propia, sin necesidad de que el visitante perdido fuera a pedirles auxilio antes. 

El segundo motivo de sorpresa fue el agradable olor del edificio. Si alguien ha estado un día de calor en determinadas salas  con gran afluencia (y no doy nombres) podrá comprender a qué me refiero. Sin embargo, durante todo el recorrido nos acompañaba un sutil aroma floral que además no parecía químico; un agradable perfume que favorecía todavía más el traslado al maravilloso mundo de Las Mil y una Noches. Nunca sabré si este olor era una parte real de la exposición o si simplemente en el Instituto del Mundo Árabe usan un fregasuelos que ya quisiéramos muchos en casa. Personalmente prefiero pensar que formaba parte de la exposición, porque a veces la magia de las cosas también depende de los ojos con los que se vean.

Bueno, una vez nos han regalado la entrada, hemos sido saludados con una sonrisa y hemos percibido un agradable olor floral, entramos finalmente en la primera de las salas; es decir, en la más absoluta oscuridad. Cuando nuestros ojos se acostumbran y reconocen el espacio nos damos cuenta de que lo que pretenden es recrear la noche. Es entonces en medio de la noche donde encontramos pequeñas pinceladas lumínicas en las que se disponen los restos escritos más antiguos de Las Mil y una Noches y los primeros ejemplares e ilustraciones realizados para sus traducciones al español, inglés y por supuesto francés.


Primera de las salas de la exposición vista desde el final.


Terminada esta primera planta que de mágica tiene mucho pero de práctica más bien poco (de hecho entregaban linternas a personas con problemas de visión para que pudieran guiarse), ascendemos a un segundo piso en el que nos introduce la siguiente inscripción:

Cita con la que se nos introduce en la segunda de las plantas.
Allí se encuentra una primera sala circular oscura y estrellada, muy similar a un planetario en escala reducida, en la que, sobre todo los más pequeños de la casa disfrutan viendo y escuchando fragmentos de la obra. Es destacable que cada sala se adecua magníficamente al tema que se trata en su interior: tras la noche que nos introduce pasamos a un hogar flanqueado por un arco de herradura; la zona que trata la guerra es de color rojo y su decoración son hachas de guerra mientras que la estancia que trata los temas marítimos de Las Mil y una Noches es azul y alargada. Quizás el espacio menos logrado sea el de la cueva de Alí Babá, que si bien tiene mucho mérito ,a mi personalmente me hizo adentrarme en un mundo más espacial y futurista que lo que se pretendía en un primer momento.  

Pero además de esta recreación de los espacios tratados, mientras traspasamos cada una de las salas disfrutamos de una de las noches de Scherezade en la que cuenta una de las historias correspondientes a la temática de la sala.



Sala en la que se muestran elementos costumbristas relacionados con Las Mil y una Noches.


Cuentos de guerra en Las Mil y una Noches.

En cuanto al material expuesto nos encontramos desde piezas de la antigüedad como pequeñas figurillas mesopotámicas hasta los utensilios propios de un hogar musulmán. Hay gran cantidad de piezas de joyería y en todo el recorrido se le presta una especial atención a las recreaciones que de Las Mil y una Noches se han realizado en escultura, pintura, teatro, ópera y cine.


Marioneta de comienzos del siglo XX.


Vestuario masculino para una de las óperas de la primera mitad del siglo XX.


Queda claro que desde la cultura árabe se sigue apreciando el papel de Scherezade porque es sin duda la protagonista indiscutible de la exposición, y es que es un personaje que ha calado hondo en la cultura occidental, derrochando erotismo y sensualidad.


Ida Rubinstein en el ballet de Scherezade, Jacques- Emile Blanche, 1911.

No cabe ninguna duda que para todos los que la hemos asistido ha sido un verdadero placer para casi todos los sentidos...¿faltaría un pastelillo típico al final? Queda claro que el sentido del gusto en las exposiciones es un objetivo difícil de alcanzar.

Os dejo con el comienzo de  Las Aventuras del Príncipe Achmed, de Lotte Reigner (1926).


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